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Parte de la ironía

viernes, 11 de diciembre de 2015

Tarde de lluvia

Tarde de lluvia, Santiago Rusiñol
Paz, tranquilidad... Dejar la mente divagar, observar la naturaleza en su estado más puro, oler la esencia de la lluvia en la tierra cultivada...
Quizás no todo sea como se desea ni las condiciones sean como se gustaría. La vida puede convertirse en un duro juego de supervivencia en la que alguna que otra vez haya que posicionarse en un estado de sumisión, pero nadie puede robarnos ese momento. El momento en el que nos paramos a observar nuestro alrededor y que a pesar de toda circunstancia o situación, todo lo que vemos es belleza.
Perder la mirada en el oscuro horizonte y llevar la imaginación a otro lugar, a aquello que gustaría que ocurriese o aquello que quizás nunca debería de haber pasado, a aquel muchacho que supo encandilar con solo una mirada, aquella vez en la que el sentimiento de verdadera alegría llenó el alma al saber que un segundo hermano llegó al mundo... A pesar de las circunstancias, valorar lo que se tiene y las alternativas que aún podrían iluminar los ojos de aquel que tenga la oportunidad de vislumbrarlas. Porque los tonos grises hacen que valoremos más los colores que viajan a través de nuestros caminos, y eso probablemente sea lo más importante.
«Aunque ahora tenemos lo que nuestras manos llenan, lo importante es que el alma sea el lugar donde albergue la dicha y la abundancia. Quizás no tenga títulos ni la mayor de las mansiones, pero al fin y al cabo puede que las personas más ricas sean más pobres que mi nombre», piensa.

No todas las tonalidades oscuras tienen la obligación de inspirar sentimientos similares.