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Tarde de lluvia, Santiago Rusiñol |
Paz,
tranquilidad... Dejar la mente divagar, observar la naturaleza en su estado más
puro, oler la esencia de la lluvia en la tierra cultivada...
Quizás no todo
sea como se desea ni las condiciones sean como se gustaría. La vida puede
convertirse en un duro juego de supervivencia en la que alguna que otra vez
haya que posicionarse en un estado de sumisión, pero nadie puede robarnos ese
momento. El momento en el que nos paramos a observar nuestro alrededor y que a
pesar de toda circunstancia o situación, todo lo que vemos es belleza.
Perder la
mirada en el oscuro horizonte y llevar la imaginación a otro lugar, a aquello
que gustaría que ocurriese o aquello que quizás nunca debería de haber pasado,
a aquel muchacho que supo encandilar con solo una mirada, aquella vez en la que
el sentimiento de verdadera alegría llenó el alma al saber que un segundo
hermano llegó al mundo... A pesar de las circunstancias, valorar lo que se
tiene y las alternativas que aún podrían iluminar los ojos de aquel que tenga
la oportunidad de vislumbrarlas. Porque los tonos grises hacen que valoremos
más los colores que viajan a través de nuestros caminos, y eso probablemente
sea lo más importante.
«Aunque
ahora tenemos lo que nuestras manos llenan, lo importante es que el alma sea el
lugar donde albergue la dicha y la abundancia. Quizás no tenga títulos ni la
mayor de las mansiones, pero al fin y al cabo puede que las personas más ricas
sean más pobres que mi nombre», piensa.
No todas las
tonalidades oscuras tienen la obligación de inspirar sentimientos similares.